miércoles, 6 de enero de 2016

Carpe canem

Las horas son un perro ladrando a la luna
en la esperanza de roer el hueso de los días.

Y como no siempre espero
conocer otra vez la gloria varada de las horas positivas,
porque estas alas de Ícara insulsa se han convertido ya
en aspas que baten el aire de molinos
tenues y secos
como la voluntad de aprender a que nada nos importe,
y como estoy aquí desmembrando
el tuétano alevoso que me promete futuros mejores,
ofrezco mis palabras al olvido.

Y es ahora, en el alumbrar de la desesperanza,
cuando vuelvo a mí:
en este canal de desperdicios sin sustancia
que son los propósitos incumplidos,
en esta tierra de la desmemoria,
en este anegarse los sueños,
en este luchar de los dueños
del Fracaso.
                     Todo fluye, nada permanece.
                     Incluso este preciso instante
                     de las cloacas del tiempo.

Los huesos cantan al día,
entrechocan procaces sus médulas alabantes.
La Magia se ha hecho cuerpo y escamas
y estamos
felices de habernos encontrado.
Esta es la tierra que os repartiréis, se dicen
mientras observan el hueco futuro en el que tú serás olvidado.
Hasta entonces,
disfrutemos del aliento
compartido,
de nuestras bocas
clamando en el silencio
de las horas afortunadas.

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